lunes, 11 de febrero de 2019

Virgo

Llevo dos días pensando sin parar. Si leyera el horóscopo, podría culpar al signo. Virgo es así. A mi amiga Maru no le gusta escucharnos decir que algo es culpa del signo; está bien, a mí tampoco debería gustarme: es una forma de desresponzabilizarnos de las decisiones que tomamos o de nuestras formas. Decía, llevo dos días pensando sin parar. Aunque técnicamente pensamos todo el tiempo; cuando una idea en particular ronda la cabeza y no da tregua, ser consciente de ese espiral constante es mucho más sencillo. Me entristezco: como siempre, mi tobogán sólo conduce al fondo. Recién hoy pude llorar.
En un arrebato de valentía, intenté expresar que quería hablar "un ratito", "si tenés tiempo", "no te preocupes". Prácticamente puedo ver a mi psicóloga removerse inquieta en su sillón. Mi deseo está, siempre, después del deseo del otro. El teléfono no lo pude atender: ni bien timbró, otra vez lloré. Resuena en mi cabeza su voz, diciendo que a veces me fabrico los problemas; como si me gustara estar así. No me gusta estar así, me convenzo.
Estoy sola. Me lastimo la cabeza. Siento un dolor punzante, pero pasa. Sigo; incluso hago una broma al respecto. No me gusta estar así, pero pongo esa música triste que no hace más que fogonear mi estado de ánimo. Me conozco, sin embargo: necesito sacarlo todo para resurgir.
Me cruzo en el reflejo de la ventana de la cocina y lloro. Me perdí en el camino, desatendí lo que me pasaba, me desdibujé donde sólo hay un otro y yo que aparezco intermitente: cuando puedo nombrar, de vez en cuando. En un papel de mierda, que no quise encarnar nunca. Ahí estoy. Siendo lo que dije que no era. Sólo quiero pedir perdón.

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