jueves, 20 de octubre de 2016

Las dos caras del día lluvioso.

Te esperé durante un rato que me resultó tan largo que tuve que pedir un café; probablemente estuviese ansioso. No sé esperar, nunca te esperé, ni de esta ni de otra manera; esas canciones que hablan de aguardar a ese alguien que llega y te salva de la soledad me molestan... La palabra salvar es muy religiosa, la soledad la disfruto en vez de padecerla y a vos no te esperaba, caíste así, con tu remera azul, las uñas rojas y la boca pintada, dijiste que tranquilamente te podría estar secuestrando mientras me sorprendía de que por primera vez en un tiempo ésta me estaba saliendo bien. Quise prenderme un cigarrillo, pero debería haberme asomado a la puerta; enfrente tenía un café humeando y afuera Buenos Aires estaba húmeda porque hacía una semana que no paraba de llover. Hay determinados momentos en que puedo domesticar la necesidad.
Me perdí en el discurso de una chica que dos mesas a mi derecha mandaba un audio: "necesito que dejes de buscarme, porque cada vez que me escribís siento que nos estamos reconciliando, que vas a encontrar la manera y después me salís con estas cosas; no puedo seguir dilatando esto". No se le notaba en la voz, pero la vi angustiada; soy bueno percibiendo aunque a veces me haga el boludo. Después, volvió al resaltador y las fotocopias que tenía sobre la mesa. 
Te esperé pensando, dibujando garabatos en una servilleta. Por un momento fue aún más necesario que estuvieses ahí, para que jugásemos a eso que jugamos a veces, inventarle historias a las otras personas; quería que te encargaras de reconciliarla con el destinatario de ese mensaje de voz, mientras yo proponía que de vez en cuando van a coger con esa nostalgia que uno siente cuando está con alguien con quien ya no funciona el resto de las cosas. Me da un poco de miedo que algún día esos seamos nosotros. 
Hay algo que necesito decirte, desde el otro día que lloraste y te tapaste la cara; a pesar de la oscuridad supe de tu tristeza por la forma en que inspirabas y el "no estoy llorando" que te salía resquebrajado cada vez que te obligaba a hablar. Quería decirte, decía, algunas cosas. La primera, es que jamás deberías avergonzarte de aquello que te pasa; que si me vas a querer necesito que lo hagas de frente, mirándome a los ojos, hablando fuerte y claro como hacés la mayoría de las veces excepto cuando te estás quedando dormida. Porque me gustás risueña, combativa, discursiva, despierta, viva e inteligente. Y eso no quiere decir que lo seas menos cuando llores; pero te pido que sepas decir por qué, de vez en cuando me cuesta una vida adivinarte, hecho que festejo, porque qué aburrido sería si pudiese anticipar tus reacciones todo el tiempo. La segunda, es que quiero permanecer; que voy a dar lo mejor de mí para abrazarte los miedos, que voy a quedarme cuando opongas resistencia. Disculpame si me río cada vez que intentás confirmar si tengo claro dónde me estoy metiendo. Necesito que dejes de protegerme de la intensidad de tu propio sentimiento, que no me asusta. Y si en algún momento te suelto y dejo que te crezcan las alas, no te vayas muy lejos; que esa libertad es sólo una excusa para que vuelvas a elegirme. 
Cuando volví a levantar la vista del papel en el que te escribía, estabas tomando mi café. Me agarraste la mano, acariciaste despacito el perfil de la palma. "No me sueltes" dijiste, por primera vez. Quedate tranquila que por ahora no quiero soltarte, y eso debería ser suficiente para ambos.

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Me jacté de tantas cosas,
de haber aprendido a hablar.
de poder decir todo claramente.
Aún así sigo llorando ante esa falta de palabras que me deja pensando,
siempre en una única dirección, dijo ayer mi psicóloga,
que es nada menos que el rechazo.
Y ahí se me desdibuja el otro y lo que le pasa.
Me quedo yo sola, siempre pensando,
no soportando decir,
no soportando el llanto,
no soportándome.
Si tuviese que decir algo ahora es que no quiero que se desdibuje
el plural de la primera persona.
Nosotros,
Plural inclusivo, me enseñó Semiología.
Plural que habla de un vos, de un yo.
De un interactuar de tus miedos y los míos.
De un fluir de mis voluntades y las tuyas.






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