martes, 23 de agosto de 2016

El orden de este lío.

"[...] 5.Saber que no se escribe para el otro, saber que esas cosas que voy a escribir no me harán jamás amar por quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura."
R Barthes



Nunca pude disociar el sentimiento del dolor. Me convencí de que querer te vuelve débil—que no es más que una herramienta que prestás para que en definitiva te lastimen—y que hacérselo saber—sobre todo si se incluye en la declaración la descripción de la intensidad del sentimiento—era algo que debía evitarse a toda costa. Me volví pesimista a fuerza de dolor y malas experiencias; pero esto deberías leerlo teniendo en cuenta de quién viene y yo debería advertirte, entonces, que suelo ser un poco extremista también, que el gris me cuesta tanto como las ciencias duras.
Una noche me preguntó si no era capaz de escribir algo feliz. Lo dijo después de varias veces de leer en voz alta ese comienzo nefasto con tono burlón: "Dejé de escribir porque dejé de amar." Me quedé pensando antes de responder. Probablemente en el momento en el que la escritura se convirtió en el gesto catártico de todo aquello de lo que no podía hablar, es que los textos se volvieron poco felices. No deja de sorprenderme, sin embargo, lo rápido que leyó entre líneas el grito ahogado, el escape; la velocidad con la que completó la frase esa madrugada en la que dije que consideraba que el sentimiento me volvía...
...débil.
Sí, débil, le confirmé después de agradecer mentalmente que no hubiese luz suficiente para verme la cara.
Hace unos días que quiero hablar y no encuentro la manera o ninguna me parece la mejor. Quizás sea el hecho de que siento que escribiendo soy mucho más clara que hablando; un mero acto de cobardía, que no me banco la intervención o la repregunta; quizás sea realmente lo que le dije el día que admití que estaba escribiendo sobre él como quien confiesa que alguna vez robó: me ayuda a ordenar lo que me pasa. Y lo que me pasa es algo tan lindo de decir que a veces me frustra no poder verbalizarlo, aunque mi terapeuta diría sonriendo irónicamente que el acto de escribir también comprende el ejercicio de la palabra.
Empezaría, entonces, por distanciarme de todo ese dolor que alguna vez sentí y que me convenció de que así era querer; para decir que de a poco me desordenó algunas cosas. Con voz inocente y cara de nada, dejó picando preguntas que hablan de lo bien que sabe leerme—no esto sino a mí, la real, la que mira a los ojos, la que piensa y cree—y de lo poco que lo asusta. Tengo claro que no soy fácil de querer y tampoco quiero rápido, pero hay veces—muy pocas—en las que experimentamos la subjetividad del tiempo, lo endeble que termina siendo su construcción.
Hace días que estoy intentando escribir que esto es lo más simple que me pasó en mucho tiempo. Y resaltar ese simple como una cualidad hermosa de aquello que fluye y no sabés bien por qué. A veces me sorprendo en el medio de una frase que en otro momento hubiese considerado demasiado sincera. Reírme admitiendo que me ganó pidiéndome disculpas con la mano en la rodilla e imitando sin recaudo alguno el acento de un cubano que quiso venderle habanos en un viaje. Nunca fui tan fácil. Pero es que desde la misma posición pedante en la que afirmo que no puedo relacionarme—de ninguna manera—con alguien que considere "inferior", también sé reconocer a una persona que sin pretenderlo me planta el desafío de ser suficiente Y reconocerle que sin intenciones te provoca a ser mejor, me parece que debería ser un piropo. Porque abogo por el sentimiento que potencia individuos por separado para concluir en una unión sana, sencilla, respetuosa de las voluntades del otro. Quizás resulte egoísta leerme diciendo que me invita a ser una versión mejorada de mí misma, pero lo considero lo suficientemente rápido como para entender que aquello no es si no una pantalla para no tener que decir que me siento desafiada por su inteligencia y que eso, al fin y al cabo, es lo más lindo que le puedo decir hoy a alguien.

A.

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