lunes, 17 de marzo de 2014

Las medias largas.

Alguien la vistió. No sabe en qué momento, pero le pusieron medias largas, una pollera gris, una remera bordó y unos zapatos con cordones. Le dieron un saco y entonces recuerda una voz de hombre diciéndole que lo use cuando tenga frío. Le vistieron la desnudez, la libertad, su hermosura. Le prometieron que así iba a estar cómoda, la convencieron de que a veces—sino siempre—es mejor estar vestido. Aceptó sin cuestionamiento alguno lo que le decían y de a poco aprendió a ignorar el molesto roce de las telas contra su piel llena de pecas. Se fue olvidando de sus lunares, del color de sus piernas, de las pecas que tiene en el pecho. 
Entonces, un día cualquiera, llega Felipe. Que le da una manta en la que enredar sus piernas; que le prepara una taza de té y la deja sola, pensando, mientra él fuma en el balcón. Después pone música sin que lo sugiera o lo pida y eso la hace sonreír. Felipe mueve el cuerpo al ritmo de una dulce voz de hombre y cierra los ojos. Sonríe mientras baila y la provoca, la invita a desear ser el espacio entre su mano y la cintura; sin embargo lo observa desde su lugar sin mover un dedo ni mediar palabra. Entonces él busca un hueco en el sillón, junto a su cuerpo. Su cara se funde en la piel de su cuello y el olor a vainilla y las manos que se pierden sin rumbo alguno. Entonces ya no tiene las medias ni el abrigo. Mientras se desata el pelo, Felipe le saca la pollera. Él, que tiene nombre, que tiene voz; que la desviste cuando ella quiere y cuando no, la besa; que descubre, lento, la libertad de su cuerpo, ese que alguien antes tapó con miedo. Memoriza sus lunares, el color de sus piernas, las pecas que habitan su pecho. Disfruta de delegarle a sus manos—a veces a su boca—el acto de desvestirla, aún cuando es algo que pudiera hacer sola. Entonces el poder de una caricia, la complicidad de dos cuerpos que ansían lo mismo en un mismo momento. Por fin comprende por qué se tapan el cuerpo todos, por qué tantos problemas para desabrochar un botón. El miedo al poder de las sensaciones del cuerpo, a lo que otro nos produce, al acto efímero de alguien erizándonos la piel.
Mientras le acaricia con la yema de los dedos la clavícula, alcanza a entenderlo. Lo ama; lo ama porque le saca la ropa sin temor, porque aprendió a besarla, porque está ahí al día siguiente pero también está cuando la ropa no molesta y un abrazo es más que suficiente. Lo ama porque no hay botones que lo detengan cuando de pieles se trata.



No podía dormir. Se levantó, se sentó y escribió.
Pluma y tinta azul. Tachó y corrigió.
Chet Faker para que Felipe baile, pensó.
Felipe viene en su lista de nombres preferidos después de Bruno.
Después puso otra música.
Una canción de Babasónicos absolutamente melancólica.
"Mañana lo corrijo".
Ahora releyó y trascribió. 
Ahí está, ahora es de ustedes. Que cada uno se haga cargo de lo que le despierta.
Este blog solía ser bueno.
Solía.

A vos que leés esto un beso y un abrazo.
(Porque me gusta la gente que saluda con abrazos).
Bruna.

1 comentario:

  1. Pusiste en palabras lo que para mi significa ese acto. Dos cuerpos desnudos. no son solo eso. de hecho la desnudez es lo último que veo cuando hay cariño. primordialmente se dejan las defensas bajas, se descubren sentimientos, se irradia confianza en un ambiente de calor y unión . es hermoso. sofi.

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