martes, 4 de marzo de 2014

La cama en la que está acostada no tiene sábanas. Empieza a sentirse mal, por el exceso de cerveza y la ropa mojada. Tiembla. Los dientes le hacen ruido y se abraza a sí misma. Entonces él la mira y le pregunta si tiene frío. Ella sonríe, pero no responde. Se arrepiente de la decisión que la llevó a ese departamento e intenta buscar en su memoria algún momento en el que él le haya dicho su nombre. No lo haya. Acepta gustosamente la manta que le ofrecen y se envuelve mientras se abraza las piernas. Entonces le cuenta que va a estudiar cine, que le gusta mucho leer. Aprovecha la computadora prendida para mostrarle una página con sus fotos, que él mira atento. Y entonces ve las que ella saca con rollo y le pregunta si efectivamente las saca con rollo. 
—Sí. 
—¿Con qué las escaneás? 
—Con la impresora, un escaner re choto.
Y entonces dice que la foto en monocromo gris del chico haciendo malabares le gusta muchísimo. Dice, de todos modos, "blanco y negro" y ella en su mente reemplaza la frase por la expresión correcta. Después le cuenta que tiene una Canon viejísima, con lente y todo, y agrega:
—A vos que te gusta tanto la fotografía y las cosas viejas un día te la muestro para que te fijes si funciona bien.
Entonces ella, esquivando la mirada, concentrándose en el frío que le produce tener la ropa mojada contra su cuerpo, se pregunta—irónicamente—si habrá algún "otro día" para ellos. Después cierra los ojos e intenta, otra vez, encontrar en su mente el nombre de él, que no tiene idea por qué ni cómo pero ya sabe hasta su apellido.
—Sí, estaría bueno—responde. No es sincera y no le importa.
Entonces le pregunta por el gato que vio al entrar, el nombre. Y él le responde un nombre que tampoco registra, porque no le importa. Es un nombre horrible y empieza con M. Como si fuera Mondongo, o algo similar. Se acuerda de Bruno, que es igual de obeso que ese gato, y sonríe.
Empieza a pensar que es momento de buscar a su amiga y decirle que se vayan, que ya es tarde (o muy temprano, según para quién). Le pide perdón, es como la quinta vez que le pide perdón, le explica que no es una mina histérica pero que no va a pasar nada más; que debería haberse ido a su casa antes. Y él, en bóxers (condición en la que él mismo se puso) le dice que no se preocupe, que no tiene por qué pedir perdón. Sin embargo se le sienta al lado y la besa, mientras la mima. Y ella le agarra la cara y cierra los ojos, pero sigue pensando en lo mal que está haciendo y lo mucho que odia esas actitudes de las mujeres. Así que lo separa y le pide que la entienda, que por favor la entienda, que no quiere coger con él pensando en otra persona. Dice que entiende, que no se preocupe. Pero vuelve a besarla y le dice que se quede tranquila, que no va a pasar nada más. Entonces él, que pasó a ser "boludo" en el momento en el que olvidó su nombre, le pregunta por el otro. Y escucha cuando ella se frustra y lo insulta, después se ríe.
—Soy una pelotuda, esto no está bien.
Le acaricia la mano con la yema de los dedos y la abraza. Y no sabe por qué, pero ella le dice que es dulce. Piensa en por qué no puede enamorarse de alguien que la quiera así y se duerme abrazada al calor de otro cuerpo. Cuando se despierta paró de llover. Se acomoda la ropa y se abrocha la camisa. Busca a su amiga diciéndole que es el momento de huir. Lejos de la manta siente frío, su ropa todavía está húmeda. Agarra la caja de cigarrillos que dejó en la mesa del living después de fumar en el balcón y la guarda en su cartera. Le quedan 5, nunca había fumado tanto en una noche. Algo le pasa y lo sabe. Le viene pasando hace semanas, algo que la persigue y la frustra, que de vez en cuando la hace llorar. Se pone la campera que está igual de mojada que su ropa. Entonces lo agarra de las mejillas y lo besa. Se despiden con la promesa de hablarse. Pero es probable que no vuelvan a hacerlo nunca.

Hoy B es A y A no quiere hacerse cargo (nunca quiere hacerse cargo)
 y B no sabe que decir.
Adiós.
Vuelvan pronto.



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