martes, 25 de febrero de 2014

La rídicula idea de no volver a verte.

Las sábanas color crema con florcitas rosas. El olor a cigarillo que emana el cenicero. Su espalda que tiembla cada que respira para seguir llorando.  El corpiño de encaje negro que contrasta con su piel blanca y llena de lunares. Las ondas de su pelo largo, que buscan abrirse paso entre su cuerpo, en cualquier hueco que encuentren, mientras ella llora. Porque a veces se siente frágil, dice, no me gusta que me veas así. Y entonces en un intento inútil se seca las lágrimas y me pide una pitada del cigarrillo que todavía se extingue en el cenicero.
—Vení.
Le extiendo el brazo para que entienda que ese hueco—que oficia de abrazo—es suyo, casi tan suyo como mío es el hueco entre su hombro y su cuello, la clavícula. Se acurruca y fuma con mucha concentración.
Si pudiera elegir alguna de sus facetas, una que adoptase para ser así por siempre, sin duda elegiría esa: cuando el llanto le gana, cuando parece de porcelana y siento que se me resbala de las manos continuamente como si de un momento a otro fuera a caerse y quebrarse en pedacitos irrecuperables. Siempre le queda algo de fuerza para decir que ya no puede y entonces deja de caer y vuelve a mis brazos.
Fuma un cigarrillo, se deja acariciar. Confiesa que le incomoda que le saque fotos, que la altera la tranquilidad con que me tomo las cosas, que odia cuando le prometo que voy y no voy, que a veces la irrita el simple hecho de quererme. Que no sabe por qué, pero ama verme fumar. Le gustan mis abrigos. Disfruta de estar conmigo en invierno, de mis manos en su cuerpo; de despertar conmigo y desayunar acompañada; de la tranquilidad de las mañanas; de lo mucho que sé de muchas cosas (eso lo dice sonriendo). Que de vez en cuando, suelta, ama que le diga que me gusta lo que hace: una foto, una frase; aunque eso la incomode cuando algo tiene que ver conmigo. Y de vez en cuando, también, desaparece de mi vida. Y olvidarla, entonces, es mucho más sencillo. Pero siempre vuelve, en musculosa y sin corpiño, a acostarse en mi cama. Y recuerdo lo mucho que me gusta la curva de su espalda, los lunares, como llora sin taparse la cara demostrando que aquello que la sensibiliza también es parte de ella. Desanda los pasos que avancé mientras no estaba con solo mirarme y sabe perfectamente que cuenta con el poder de cambiarme el humor, quizás de hacer conmigo lo que se le antoje.
Me pasa el cigarrillo para que lo deje en el cenicero de donde lo saqué. Enredo mis dedos en las ondas de su pelo, cuando ella habla. Dice que se enamoró. Que le duele, que sufre. Que cuando no estoy siente un vacío inmenso e incertidumbre de no saber si va a volver a verme. Que me necesita más de lo que le gustaría y que a veces se descubre pensando en mí. Que le gusta cuando estamos juntos, y no importa si no la beso, que es feliz así. Pero que no me vaya, dice, pide por favor, porque la soledad la ataca y me extraña. "Te extraño acá" y se toca el corazón con la mano derecha. Después entierra sus manos entre mis brazos y el torso, buscando calor. Y dice que necesita besarme, pero no me besa. Se queda en silencio y respira profundo, mientras la yema de mis dedos recorren la longitud de su columna vertebral. Lento, suave. Mientras busco la mejor forma de decirle que no puede enamorarse de mí, porque no estoy seguro de saber amarla.

Hacía mucho tiempo que no escribía.
La verdad es que me gusta más escribir a mano y después pasarlo, 
pero en el desastre que es mi casa temporalmente no tengo la más mínima idea de en qué caja quedaron mis cuadernos.
Esto lo empecé anoche y me costó muchísimo terminarlo (hoy).
A veces me distraigo y me resulta imposible recuperar la concentración.
Gracias a The XX por la compañía.
Gracias a todo lo que hay de mí acá, en este texto.
Gracias a vos, por leer. Aunque nunca digas nada.
Necesito un cigarrillo, uno solo.
Hasta que algo me mueva lo suficiente como para volver a escribir,
Bruna.


Ah, sí. El título es un título de un libro que descubrí en una de esas religiosas visitas a la librería que hacemos con Maru. El próximo a comprar se llama "Tiene que ver con la furia" y esperamos que prometa tanto como en su momento lo hizo "El amor nos destrozará", ese título que es tan nosotras.

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