jueves, 1 de agosto de 2013

Cosas.

¿Sabés qué me gusta? Las cosas que no se dicen. Todo eso que queda flotando y que no digo, que no decimos, que nadie se anima a decir. Y amo esos momentos de locura en los que rompemos con eso que nos detiene y contamos aunque sea una partecita, por más ínfima, de lo que nos pasa. Aunque claro, todo eso que queda adentro a veces sigue siendo mil veces más intenso e interesante, ¿pero no es genial poder poner en palabras lo que se desata adentro? "Hola, acá estoy yo y tengo esto para decirte". Esa sencillez sería preciosa, pero creo que dejaría de atraparme, entonces, ese desafío que es poner en palabras lo que a uno le pasa. También me gusta cuando la única forma de contar lo que nos pasa se vuelve un abrazo o un beso. Y todo lo que eso significa. Y todo lo que otros interpretan. Y como un beso o un abrazo para vos y para mí tienen significados diferentes.
También me gustan los días nublados. Amaría vivir en Londres, por ejemplo. Y aunque odio la humedad de vez en cuando es el costo que decido pagar por ese gris que tiene lo suyo, que apaga los colores y los sentimientos, que dependiendo de cómo estemos nos hace sentir muy solos o muy acompañados y que si querés a alguien, lo único que se te ocurre es pasarte el día abrazado abajo de una manta. Por eso son necesarios de vez en cuando los días grises, para querer, para extrañar, para abrazarse. 
Me gustan los perfumes. ¿Notaste alguna vez lo importantes que se vuelven cuando están asociados a un recuerdo o a una persona que queremos? A veces me impresiona lo rápido que puede transportarte el olor de, y lo lindo que se vuelven los perfumes de las personas que queremos. Mi infancia es el olor a jazmín, en esa terraza enorme que tenía mi abuela en su casa en Caballito cuando era chica o el olor a sahumerio que siempre había en su casa y en la mía.
Me gusta esa necesidad de devolverle la temperatura a las manos agarrando las manos de otro. Me gusta tocar mejillas con los dedos helados, la sensación de frío, la necesidad innegable de un abrazo, las bufandas y los gorros, un suéter de lana... 
Me gusta ver sonreír a las personas que quiero. Me gusta escucharlas hablar de lo que piensan, de lo que opinan, de lo que añoran. Me gustan esas preguntas que tienen que ver con uno, con qué pensás, con qué sentís, con que querés, con demostrarle al otro que te importa lo que le pasa. 
Me gusta todo eso que transmite la forma en que alguien se viste. Y todo eso que no, que sólo podemos averiguar hablando, preguntando, conociendo. Me apasiona la curiosidad, el movimiento permanente, el cuestionamiento continuo. 
A veces me gusta sentarme a escuchar música sin hacer nada más, sólo mirar y subir mucho el volumen. Cuando escribo me gusta estar sola y en silencio. Me gusta el cine y me gusta ir al cine. Me gustan las sonrisas y las risas, los ojos llorosos, la paz de las mañanas de verano. Me gustan las clavículas, los gestos, las manos. Me gustan las flores y los libros viejos. Me gusta la espuma que se le hace al té a veces. Me gusta escuchar cómo leen las personas. Me gusta leer, y a veces escribir.



Detalles, detalles, detalles.
Creo que nunca voy a terminar de enumerarlos y siempre se agregan más.
Algunos están repetidos de enumeraciones anteriores, supongo.
Otros no. Y otros no los cuento, como que me gusta tu vieja por ejemplo.
No sé, la vez pasada dije que iba a dejar de escribir. En algún momento voy a hacerlo.
Feliz lluvia, feliz gris, feliz frío.
Extrañen que es lindo (un poco).
Me gusta no tener clases mañana.
Hacemo' lo que podemo'.
B de Bruna.


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