miércoles, 29 de mayo de 2013

Incertidumbre

Ayer Juan—café de por medio—, me decía que al final todas las mujeres con las que uno se puede sentar a  charlar, están locas. O son raras. Algo así dijo. En ese momento lo miré, y creo que sonreí. Yo tomaba un Capuccino que estaba muy rico y caí en la cuenta de que estábamos charlando. Quizás entendió mi gracia y enseguida aclaró que no hablaba de mí. "Sí, entendí", le dije todavía sonriendo. Estábamos hablando de esas locas lindas con las que le encantaría sentarse a charlar, quizás en un café, como lo hacía en ese momento conmigo. Mientras, yo me preguntaba donde están esos hombres con los que me gustaría sentarme a tomar un café, a charlar, a compartir un domingo lluvioso, un abrazo; poder sentirme frágil y bien. El problema es cuando sólo podés encontrar un nombre.
Y Juan siguió: "Está bien que sean difíciles, porque eso atrae. Pero tampoco tanto." Hablaba de su experiencia, para después aconsejar: 
—Haceme caso, no seas así. Tenés que ser de los puntos medios, de lo grises. Aplicá todo esto que te digo. Sería todo más fácil si las cosas fueran sinceras.
—"Hola, te amo"
—Bueno, no, así no—sonrió—. ¿Pero por qué tanta vuelta?
Creo que él tiene una idea bastante sencilla del amor, y eso es sólo una percepción mía. Ojalá fuera sencillo decirle a alguien que lo querés, y tampoco entiendo por qué a veces se vuelve tan difícil. Quizás si me agarrasen 7, 8 meses atrás probablemente dijera—bastante influenciada por lo que Franco piensa de mí—que tenía miedo de entregarle mi amor a alguien y con él la facultad de hacerme daño. Pero ahora la respuesta sería otra, y la verdad que no la sé. Porque cuando querés a alguien no pensás que va a pasar si te lastima, porque ese pensamiento no debería cruzar tu cabeza; el dolor se ve lejano e improbable. Y así es como lo veo ahora. Pero decirle lo que me pasa se va a volver cuestión de tiempo, amar suena  muy apresurado, aún cuando empiezo a identificar ciertos sentimientos extraños que no cuadran pero que me hacen sentir bien. Y mientras yo sonrío.
Entonces, silencio de por medio, Juan preguntó qué onda vos. Así lo dijo, "qué onda". Y a pesar de que entendí a qué onda se refería, ¡cuánto más sencillo parece (a veces) hacerse la pelotuda!
—Yo bien, todo bien. 
Las preguntas se vuelven inevitables, aún así a mí todavía me cuesta mucho hablar de lo que me pasa. Creo que sorbí un poco de capuccino, después lo miré y expresé un poco de mi confusión, pero muy por arriba. 
Me parece que no hay sentimiento que me incomode más que la confusión, porque me molesta la falta de certezas. Y por ahora, todo es eso, incertidumbre.


Sigamos tomando cafés con amigos que nos hacen bien (¡qué extraño es decirle Juan!).
Queramos en silencio y en voz alta.
Escuchemos música hasta que nos sangren los oídos.
Y sonríamos, nunca nos olvidemos de sonreír.

Es lindo volver a ser yo acá,
B de Bruna.

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