lunes, 20 de mayo de 2013

El 60 y mi psicóloga

Hoy me sorprendí a las 20.30 en la parada del 60. Estaba desde las 19.50, pero de los—por lo menos— diez colectivos que ya había dejado pasar ninguno era de esos ramales que van por Panamericana y me dejan en casa. Con el iPod musicalizándome la fría noche, intenté sonreír detrás de mi bufanda de Gryffindor y tomarme la espera lo más livianamente posible. Hay cosas peores. $1.70 cuando por fin llegó el colectivo lleno. 
Entonces, mientras cambiaba la canción, me acordé el día en el que, un poco contrariada, le conté a mamá que por culpa de los horarios del colegio iba a tener que empezar a ir a la psicóloga a las 7 de la tarde. "Bienvenida al mundo adulto", me había dicho. Y por entonces yo jamás me imaginé en un 60 lleno de gente que viene de trabajar. Para ella que vaya a terapia a esa hora era una parte de ese mundo donde los adultos les disputan a sus terapeutas los horarios de la 6 en adelante. Yo tengo el del lunes y quiero seguir siendo chica. Quiero seguir pensando por siempre dónde voy a estudiar cine y no tener que hacer, por fin, LA decisión.
La parte más divertida es cuando Ana—mi psicóloga—, con una sonrisa, me dice "buena semana". Sí, para vos, que no tenés que viajar en un 60 con todas las ventanas cerradas y el olor a humano que hay ahí adentro. No, vamos a tomarlo con soda. No fue tan terrible y a mí me gusta viajar en colectivo de noche. Si está vacío, mejor. Pero en la vida todo no se puede.
Me pasé los 40 minutos que duró mi sesión hablando de mis proyectos, esos que me mantienen la cabeza en movimiento y cada tanto me frustran, y no de lo que realmente me pasa. De lo que me empezó a pasar. Soy un desastre. Quiero hablarlo el próximo lunes, pero siempre encuentro una excusa mejor para seguirlo pateando. Necesito que alguien me aclare la mente con respecto a vos.

Siempre es lindo volver a este lugar.
Sobre todo porque es mío.
Quiero volver más seguido.
Gracias por leer estas cosas,
B.

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