viernes, 26 de octubre de 2012

Franco y la paz.

Fui demasiado sincera y por alguna razón supe que había quebrado algo diciendo una cosa para la que tal vez no era el momento. Y de pronto necesitaba hablar con alguien, con alguien que no fuera él ni Marina que últimamente se encarga solamente de decir que si ella fuera yo, ya lo hubiese mandado a cagar hace rato. Esas cosas no aportan ni solucionan, menos cuando uno ya está hasta las manos; cuando hay cosas que no se pueden revertir.
Entonces, quizás como siempre que necesito que alguien que me conozca me escuche, agarré el celular y lo llamé. Sonó unas cuatro veces hasta que por fin atendió y sin siquiera permitirme decirle hola, habló:
—Si hubiera sido otra persona no te hubiera atendido. Si hubiera sido otra persona te hubiera cortado, directamente. Pero teniendo en cuando nuestra última conversación y la hora en la que me llamás, supongo que necesitás algo. Pero antes quiero pedirte perdón.
Ahí está. Esos son los momentos en los que aprende a ser mi mejor amigo. Cerré los ojos, mientras sonreía. Su voz adormilada me da la misma paz que me da el recuerdo de esas noches de la infancia en las que su voz era la única compañía, en dónde él era suficiente para armar un mundo, en donde la casita de madera era nuestro refugio (siempre que no estuviera llena de sapos).
—No lo necesito. Ya sé que te arrepentís y te perdono. Lo que sí necesito es que me escuches y que me ayudes. Hola, te extraño. Necesito que me abraces y me expliques por qué querer a alguien es tan complejo.
—Para vos es complejo, pequeña.
—No me digas así.
—Dejame decirte así en este momento de ternura y debilidad que dudo que vuelvas a tener en un tiempo.
—Trato.
—Para vos es complejo porque sos una persona muy fuerte y eso te vuelve débil, o vulnerable. Tu vulnerabilidad es esa, entregar el poder de hacerte daño. Le tenés terror. Odiás querer tanto a alguien hasta el punto de que eso termine destruyéndote. ¿Pero sabés que es lo peor? Que no va a destruirte. Nada puede destruirte.
—You did it, once.
—Pero eras mucho más chica y... No sé, seguime el punto—hizo una pausa. Escuché un par de ruidos del otro lado del teléfono y la respiración calma pero intensa, como si estuviese caminando—. Esto amerita un cigarrillo, sweetheart. ¿Sabés cuál es el problema? Que es muy difícil que llegues a querer a alguien (y no me refiero sólo como pareja—sí, tengo clarísimo por dónde viene todo esto), pero cuando lo hacés, das todo. Confiás como si fuera la última vez, como si esas personas, por el simple hecho de haberse ganado tu amor, fuesen incapaces de lastimarte.
—...y todos terminamos equivocándonos en algún momento.
Se quedó en silencio. Quizás fumara el cigarrillo mientras yo pensaba y digería lo que decía, que en cierto punto ya sé, pero escucharlo en otra boca lo vuelve real.
—Me asusta que me conozcas tanto.
—¿Me vas a contar a qué viene todo esto?
—Le dije que lo amaba. No sé por qué fucking razón le dije que lo amaba. Y no sé si lo amo. O sí. Quizás me enamoré pero no lo amo, no todavía. No sé, me confundo. Vos me conocés. Soy un desastre ordenando lo que me pasa.
—¿Y él qué te dijo?—preguntó y pude escuchar como largaba el humo.
—Que quiere amarme. Que haga que me ame. Pero, ¿cómo se hace para hacer que alguien te ame? Esas cosas no se hacen, se sienten ¿o no? Además ni siquiera sé si yo lo amo. Y acá es cuando te necesito para que me pegues una cachetada y me acomodes las cosas.
—Dios. ¿De verdad te dijo eso?
—Sí.
—Cómo se nota que te conoce poco.
—Franco, no empieces. Ya discutimos por esto una vez, no dejes que vuelva a pasar. Además yo necesito que me ayudes con lo que me pasa a mí, no con lo que él dijo.
—Estabas así de confundida cuando estabas conmigo, ¿te acordás?
—Sí, pero creo que a vos te dije te amo una vez sola en toda la relación.
—Fueron dos.
—Hola.
—Hola, pequeña enana poco amable, te extrañé.
—Necesito que me saques de acá. Necesito olvidarme un poco de lo que me está pasando, voy a terminar colapsando sino.
Y así, en medio de una crisis y cuando más lo necesitabas, te reconciliaste con tu mejor amigo. A las dos de la mañana.

1 comentario:

  1. Siempre que leo tus conversaciones con Franco siento que estoy leyendo un fic. Después me doy cuenta de que no es ningún fic y me tomo unos pares de minutos para asimilarlo.

    Soy de las personas que se muerden la lengua antes de decir un te amo sincero, jamás lo dije, no directamente, y creo que no me arrepiento. Mi annie se está enamorando ♥ y aunque sea una mina bastante negada (ahora) a caer en eso, me alegra que a pesar de estas pequeñas cosas estés intentándolo.

    Me mal acostumbraste a hacerme comentar en tus entradas, o por lo menos en las que alcanzo a leer.

    Tenes suerte de tener a Franco, no todos tienen la posibilidad de tener una persona así en sus vidas.

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