domingo, 21 de octubre de 2012

Madre e hija

Ana tiene dos tatuajes, uno en la muñeca y el otro en el dedo índice. Ana tiene dos tatuajes que están por cumplir un año y que resignificó una vez hechos, ella sola, sin contarle a nadie.
Hoy estaba almorzando con su mamá cuando le acarició las manos y le dijo: "me gusta mucho ese lugar para un tatuaje" (Laura, la mamá de Ana, tiene dos pequeñas letras—A y L—tatuadas en la parte exterior del antebrazo, casi llegando a la mano). Entonces Laura respondió: "falta poquito", haciendo referencia a esa edad en la que ya no se necesita permiso para nada. 
Entonces Ana corrió la mano para devolverla a dónde tenía que estar, los cubiertos, dejando al descubierto el tatuaje que reza "Art is the Weapon".
Al principio y sobre todo en el momento de hacerlo, su mamá se mostró bastante reacia al hecho de que se estuviese tatuando una frase. Más por convicción y estética que por otra cosa, no es casualidad que todos sus tatuajes—los de la mayor—sean símbolos. 
Pero entonces, cuando la mano de Ana se alzó, ella decidió que era un buen momento para decirle: "ese tatuaje es precioso, el significado es precioso". Y Anita, su Anita, quiso abrazarla. Le sonrió desde donde estaba y le respondió: "gracias, má"; pero ella siguió hablando. "El otro día me puse a pensar en tus tatuajes y le encontré un significado al infinito que me gustó mucho. Digo, que te haya quedado sin cerrar y que por alguna razón no hayas vuelto a que te lo cierren, debe tener algún significado. Nada es infinito. Nada. Es algo así como un doble sentido, no sé si me explico... Vos te lo hacías por algo que querías que nunca se terminara. Y eso, el símbolo de eso, se termina. Está incompleto, sin cerrar. Porque nada es infinito." 
Ana pensó en esa frase que escuchó por primera vez una tarde en el taller literario, con la voz potente y esa forma tan particular de leer que tenía el profesor, "que el amor sea infinito mientras dure". Y así es. Todo tiene un fin. El amor, el dolor, el miedo, las pasiones. Quizás el punto sea resignificarlas, sea encontrar la forma de enamorarnos todos los días de la misma persona, de encontrarle la vuelta a algo que nos apasiona para que no termine volviéndose una rutina. Lo demás, eso malo, puede acabarse. Puede irse lejos, puede ser todo lo finito que quiera. 

Ana escribe en tercera persona porque acá es Bruna.
Ana es Bruna porque, como Bruna, debería ser imparcial y objetiva.
Bruna debería ser todo eso que Ana quiere ser y que no puede o no sabe cómo.
Ana es Ana.
Bruna es Bruna.
El olvido no existe.
Y el amor es infinito.
Eso, y hasta luego.






No hay comentarios:

Publicar un comentario