jueves, 11 de octubre de 2012

Él y ella.

Al principio era querer que lo del sábado a la noche se repitiera. Las manos juntas, el abrazo, el simple hecho de hablar bajito y cerca.  El cariño que a veces transmite una caricia ajena y el miedo a decir "me gusta eso que me pasa cuando hacés lo que estás haciendo".
Creo que una vez, y antes de que "esto" empezara a pasarnos, le expliqué cómo me cuesta decir lo que siento. Alegando que querer a alguien y hacérselo saber es, además de un acto lindo, exponerse. Es entregar ese poder del que hablé en la entrada de Franco, el de saber que pueden lastimarnos. Porque querer alegra, pero también lastima. Es probable que por esa concepción bastante pesimista del amor, el admitir(me) lo que me estaba pasando fuera todo un tema. Y es probable que por eso, también, el miércoles de la semana pasada, cuando Ana—mi psicóloga— me preguntó qué me pasaba con él, mi respuesta haya sido: "¿La verdad? No sé"; a lo que ella respondió: "Bueno, al menos se te ve divertida". Y sí, yo estaba divertida. Lo disfruté hasta que la diversión se empezó a mezclar con lo que a mí me pasaba y de pronto me empecé a frustrar. Me empecé a frustrar porque tenía lo que había pasado el sábado y el lunes, sí, pero también lo tenía hablándome de otras personas. Y no era que me molestara que me hablara de esas otras personas, sino el hecho de no saber claramente qué le pasaba a él con esas personas, a mí con él y a él conmigo. 
Hoy intenté decírselo como pude. Cómo me salió. Y el "como me salió" fue un desastre, porque en el medio había un montón de cosas además de decir "sé qué me pasa algo con vos pero no sé bien qué y me gustaría saber qué te pasa a vos conmigo antes de saber si está bien cómo me estoy sintiendo o si debería bajar un cambio". Estaban esas personas de las que hablamos, estaba Franco y su "no vas a ser feliz con otra persona que no sea yo", estaba lo que él sentía, lo que yo sentía, mi miedo a lo vulnerable que te vuelve querer a alguien... Pero son cosas difíciles de decir, o al menos que a mí me resultan complejas (ya de por sí pensarlas, imaginense decirlas). Por eso—y mientras volvíamos caminando a casa—intenté darle una idea de lo que pasaba, de lo que él ya sabía que pasaba porque al fin y al cabo es una persona inteligente. A este punto, si es que hay alguien leyendo esto, deberíamos agradecerle la cooperación porque entre lo poco que yo decía y lo pelotuda que me pongo cuando estoy nerviosa fue toda una odisea hablar conmigo; lo tengo claro. 
Finalmente (y creo que acá tienen que aplaudirme) el "me hacés bien" o el "estar con vos me hace bien"—no sé cuál fue la frase exacta—salió de mi boca mientras lo abrazaba. Y probablemente haya sido lo más puro y sincero que le dije en toda la charla. Aun así no acepté el beso. Y no porque no quisiera, sino porque sabía que, de haberlo hecho, iba a confundirme más. 
No saben lo difícil que me resulta querer a alguien. No saben el miedo que me da esa cuerda floja que es permitirse empezar a querer mucho a alguien. Y acá vamos a darle la razón a Franco: soy cobarde. Sí, soy miedosa. Pienso todo, todo el tiempo, y me tomo las cosas muy en serio (cuando serio a secas parece ser suficiente).
Me di cuenta que quería el beso mientras me agarraba la mano y yo me dispersaba en el hecho de que no había anillos en la mano derecha. Me di cuenta que no era un buen momento mientras volvía abrazarlo, a pesar de saber que va a terminar pasando. Porque yo quiero y porque parece que él quiere también. Porque aunque esté confundida (sí, estoy usando esa palabra de mierda), tengo claro que lo quiero. Y quizás ahora, después de escribir todo esto y ordenar un poco todo lo que pasa adentro de mi cabeza, me doy cuenta que un beso no hubiera sido tan grave para mi confusión. Tal vez hasta hubiera sido de ayuda.
...pero dicen que las buenas cosas se hacen esperar, ¿no? Y un poquito más no nos va a hacer nada.

Feliz cumpleaños Bruno (sí, mi mejor amiga con nombre de varón). Si estás leyendo esto, te amo y si no también.

1 comentario:

  1. "No saben el miedo que me da esa cuerda floja que es permitirse empezar a querer mucho a alguien. Y acá vamos a darle la razón a Franco: soy cobarde. Sí, soy miedosa. Pienso todo, todo el tiempo, y me tomo las cosas muy en serio "

    Hola, soy igual. A veces creo que necesito que alguien me de un sopapo en la nuca para dejar de ser así, pero creo que algún día voy a cambiar.... creo.

    ResponderEliminar