lunes, 3 de septiembre de 2012

Un pedacito de lo que me pasa

Me gusta cuando se ríe. Me gusta siempre, bah. Pero me gusta escuchar cómo se ríe porque no tiene una de esas risas estruendosas (como la mía, digamos), ni de esas sin sonido que parece que son más por cortesía que por sinceridad. Su risa es perfecta. O no. Pero es amena y a mí me hace feliz. ¿Pero qué no nos hace felices cuando se trata de hablar de la persona con la que queremos pasar los siguientes años (quizás meses o semanas, o simplemente un poco de tiempo)? Pero ese tiempo no es como el resto de los días que queremos pasar con amigos, tomando mate, tocando la guitarra y hablando de la vida. No, ese tiempo, que queremos regalarle entero y con moñito, pretende ser especial. Quizás porque queremos enseñarle a querernos o simplemente porque estar con esta persona nos hace bien.

Entonces el miedo nos da unos golpecitos en la sien con los nudillos y nos recuerda, como fiel compañero que es, que es el único que va a estar ahí el resto de nuestras inciertas vidas. Pero el miedo, por lo menos ahora, tiene sus razones. Nos pregunta, en susurros, qué pasaría si esta persona no quiere nuestro regalo, no le gusta el envoltorio o el moñito. O le gusta el regalo pero no de quién viene y entonces todo nuestro proyecto se destruye como los castillos de arena que están hechos muy cerca del mar cuando viene una ola. Pero cuando ésta se va por donde vino y sólo nos quedan restos aguados de todo lo que nuestro castillo soñaba ser, su sonrisa nos inunda la mente. 

¿Se dieron cuenta que empecé hablando de mí y ahora estoy hablando de todos en general? No importa, yo sé que pasaste/pasás/vas a pasar por esta etapa de mierda que se llama enamoramiento en la cual la incertidumbre es lo único que prevalece y va matando o inflando a gusto y piaccere. 

Así que vamos a retomar esa parte en la que yo decía que me gusta cuando se ríe. Me gusta ver cuando la sonrisa alcanza sus ojos, aunque es probable que sea algo que no me pasa sólo con él si no con toda la gente que quiero y que quiero bien. La verdad es que en esta situación se potencia, se potencia todo lo que me pueda llegar a pasar con otra persona. Pero no viene al caso. Tampoco queremos que el susodicho se asuste por la magnitud de todo esto y se espante. No es que me haya sacado el corazón, lo haya puesto en una caja y le haya atado una cinta. El corazón sigue en su lugar, creo. Les daría una certeza si pudiera corroborarlo pero no voy a llegar metiéndome la mano en la boca. 

Tengo pulso, ¿sirve? Espero que sí.

Ya estoy diciendo incoherencias, sepan disculpar.

¡Cuánto estoy escribiendo estos días! ¿Será la tristeza que se esconde atrás de esta aparente alegría para no frenar un minuto y ponerse a llorar? No lo sabemos. 

Pero hasta que lo sepamos, les dejo esta entrada y un beso. Se me cuidan.

(Quizás vuelva pronto, quizás no. Eso tampoco lo sabemos.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario