viernes, 20 de julio de 2012

Por amor al arte.

Le acarició el rostro. Había dicho que lloraba y lo imaginaba llorando lágrimas de acuarela y dejando rastros de óleo al limpiarse la cara. Porque, cuando llegó, el monocromo que era su vida se lleno de a poco de colores. Ahora está todo saturado de colores vivos que le llenan el alma y el cuerpo. Y una sonrisa le pinta la cara. Una sonrisa que sólo él supo pintar en su cara. Y de a poco fue esculpíéndola, minuciosamente, para que se quedara allí por siempre aún cuando él ya no estuviera. Ahora ella también quería llorar color. Quería llorar sus acuarelas, todas las que había usado para pintarla tantas veces. Quería serle fiel a su retrato y devolverle un poco de la vida que él le había puesto al cuadro que eran ellos.

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