lunes, 11 de julio de 2011

Estaba hablando con Franco de mi proyecto de nueva "novela". Accedió animado a que se la leyera, agregando que no veía la hora de que volviese a escribir "como cuando era feliz". Usó esa expresión, que me quedó resonando en la cabeza. Sin embargo la ignoré y le leí los tres cuartos de hoja que había escrito. Se quedó en silencio, quizá pensando o eligiendo qué decir. Entonces, como un balde de agua fría: "vos podés hacer algo mejor". Y hasta entonces yo me había enganchado y sentía que era una de las mejores cosas que había hecho. De pronto me sentí intimidada por ese amigo que leyó Tolstoi, Kafka, Borges, Lorca, Cortázar, Kieffer, Poe y que, incluso sin haberlo leído, me dijo que me iba a llevar bien con Sábato. Con una risa nerviosa, le dije: "no sé si quiero seguir leyéndote mis cosas". A lo que replicó que no fuera boluda. Entonces, desesperada, me largué a llorar. Desesperada por el sentimiento de no hacer bien las cosas, de estar desperdiciando mi vida en cosas que no valen la pena cuando podría perfeccionar otra tantas que sí; desesperada por el hecho de que nada de lo que yo haga sea bueno para él; desesperada por la diferencia de la edad física y mental que tenemos. Se rió mientras decía que no podía creer que llorara por la simple devolución que había hecho, pero terminó poniéndose serio cuando se dio cuenta que lloraba de verdad. Me pidió que me tranquilizara y empezó a cantar Desert Song, pero le pedí que se callara. Y se calló porque vio venir la tormenta. "Que me molesta esto, porque ya no puedo, porque ya no me sirve, porque ya no somos los pibes que se tiraban en el jardín a rodar por el pasto a carcajadas, porque vos estás en otra y yo estoy en ésta, porque no podés hacer nada y tampoco te culpo, porque te amo tanto que me duele, porque me encantaría que muchas cosas no hubiesen pasado, porque cuando me siento mal lo único que quiero es que me abraces pero también te quiero mandar a la mierda, porque soy histérica y no me podés cambiar, porque ya no sirve y porque te amo tanto que estoy asustada, y porque nunca hago bien las cosas para vos, y me odio, carajo, cómo me odio". Se rió, se rió tan fuerte que tuve que alejarme el teléfono de la oreja. "Creo que no quiero verte, otra vez, por un buen tiempo".    Volvió a reírse y como reafirmando algo que flotaba en su cabeza dijo: "todo lo que tenés de inteligente lo tenés de miedosa. Te subestimás, odio que hagas eso y no te creo nada. No te creo, no quiero creerte, porque yo sé que no sos así. Y la puta madre, Ana Laura, sí que me gusta lo que hacés. Sólo intentaba que te esforzaras un poco. ¿No te quejás siempre de que pajeros como estamos no vamos a llegar a ningún lado? Bueno, empezá por aplicarlo en tu vida."
Mañana retomo las clases de piano y empiezo las de francés, las de canto y las de guitarra, mañana. Y ya que estamos, la próxima vez que lo vea le doy un abrazo por todos esos gracias que le debo.

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