lunes, 21 de febrero de 2011

Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que desde hace siglos con la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué. Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad que aprendí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla. Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala. Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.

La dignidad del arte.
Eduardo Galeano

Cada que siento que lo que escribo ya no funciona, que ya nadie lo lee, me acuerdo de ese pequeño parráfo. Me pasó con Razones, por eso seguí. Incluso cuando tengas dos espectadores, tenés que dar lo mejor de vos.

2 comentarios:

  1. Yo estoy leyendo Razones y me encanta,asì que espero quieras seguir escribiendola,a veces la gente tiene sus tiempos pero eso no quiere decir que les deja de gustar lo que escribis :)

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