martes, 10 de agosto de 2010

Reflexionando



A pocos días de mi cumpleaños y mientras escucho una canción triste, me detengo a reflexionar sobre mi vida. Corta, corta pero intensa. Con sus momentos malos, pero feliz. Yo soy de esas personas que creen que la felicidad está compuesta de pequeños momentos felices y como mi vida tuvo bastantes, poniendo ciertas cosas en la balanza, sé que tengo una vida feliz. Sonrío más de diez veces al día, me río más de cinco, lloro muy poco al año y me enojo bastante, pero se me pasa muy rápido. Tengo unos amigos hermosos, un familia que me aprecia y un cariño propio suficiente como para no caer ante el mínimo problema.
Llevo catorce años transitando este mundo y aunque muchos dirán que es muy poco, creo yo, aprendí bastante. Sé que no hay nada mejor que vivir con la verdad; que la mentira jamás es buena (y debo admitir que yo de vez en cuando digo alguna); que no hay que dar segundas oportunidades a quienes no la merecen porque lo que sucede una vez, siempre sucede nuevamente. Aprendí a distinguir una sonrisa falsa de una verdadera; un amigo de un conocido. Entendí aquellas palabras sinceras e ignoré las que de nada sirven. Indagué, pensé, crecí, viví, lloré, fui feliz....
Mirando un poco para atrás, puedo decir: "no me quejo". Y sí, no me quejo. Me topé con personas y cosas que no valían la pena... algunas se quedaron en el camino, otras todavía están en el camino. Pero hay cosas de las que jamás podés deshacerte y soy de esos que confían en que no se olvida para vivir, si no que hay que aprender a sobrellevarlo, a ver el lado positivo, a levantar la frente y seguir caminando. Con una lágrima, sí, pero siempre seguir caminando.
Descubrí el mundo y me descubrí en él. Conocí lo que espero de mí misma y lo que espero de los demás. Intenté ser perfecta y entendí que no se puede; intenté ser mala y me sorprendí descubriendo que jamás lo logré del todo; intenté ser ingenua, pero no lo logré. Sé, ahora, que todos somos un poco de todo; dependiendo de con quién, dónde, cómo y por qué, todos somos un poco de algo. Vamos cambiando la careta, no cumplimos el mismo rol con ninguna persona y considero que muy pocas veces somos nosotros mismos... No lo considero falsedad, creo que está bien. Es algo así como una naturaleza. Somos de una forma con el vecino, de otra con cada uno de nuestros hermanos, de otra con nuestos padres, de otra con nuestros amigos. No me opongo, creo que en cierta forma es buscar un equilibrio. Solo nosotros nos conocemos, si es que nos detenemos a pensar y a oír nuestros propios pensamientos.
Hallé que no hay imagen que me transmita mayor tranquilidad que la de un atardecer o un amanecer en el mar; que amo el café; que el olor a jazmines me recuerda a mi abuela; que mi mamá es más una amiga que una madre. Me enseñaron que la libertad es buena en toda relación si se usa con responsabilidad; que el respeto se le debe a cualquier persona, incluso aquella que ya lo perdió por vos. Descubrí que las historias son grandes amigas y las amigas grandes historias.
Me sorprendí escuchando canciones sobre la muerte y tomándolas como mi biblia. Entendí que no debo temerle, que es nada más un fin, porque todo lo tiene, porque todo lo sufre. Descubrí que la vida es más dolorosa y difícil, pero mil veces más placentera. Dejé de creer en Dios, la virgen y los ángeles.
Pensar que todo eso tan solo en casi 15 años. Me queda mucho por vivir, espero. Mucho por seguir aprendiendo, escuchando, viviendo. No he vivido ni la mitad de mi vida y sería estúpido hacer un balance, solo busco hacer un resumen.
Agradezco sumamente a aquellos que estuvieron, están y estarán y a los que no también, porque todo lo que me pasó, lo bueno y lo malo, forjaron la persona que soy hoy, esta, así, le guste a quien le guste.

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