miércoles, 17 de enero de 2018

Fin de.

A veces pone la música correcta. Algo que yo no pondría, pero me sorprende cantando. Es sábado a la noche. Afuera el viento azota las copas de los árboles y le da un respiro a esta Buenos Aires incendiada. Adentro, nos dividimos las tareas en silencio y cada uno hace su parte de la cena y él lagrimea un poco porque otra vez la puta cebolla. Para mí es su forma de cortarla. Mientras se cocina la cena él adelanta capítulos y yo... No me importa, yo le hago compañía. Le acaricio el pelo, me tapo la cara en las escenas de tiros. Tengo cierta sensación de cotidianidad que me abraza y que quisiera no dejar de sentir. La música ya no suena, sin embargo en mi mente se repite esa canción que escuchaba de adolescente, mientras imaginaba y escribía un amor distinto del que ahora tengo.

Es domingo. Llueve. Hace frío, todavía. Lo observo leer el diario en silencio. Por momentos piensa que estoy enojada. No lo estoy. Pienso. Pienso mucho más de lo que alcanzo a decir. Sin embargo digo mucho más de lo que me imaginé diciendo. Algo pudo ponerle fin a mis fantasías y como pude las nombre. Qué pasa si hay otra. Y no esperé esa honestidad bruta, hay cosas de las que no habla. El pasado, por ejemplo; que le reconstruyo a cuenta gotas con lo poco que dice cuando está de humor para hablar. Pero lo dice, hubo otra. Esa historia es tan real, tan nítida, que no me enoja. Poco hay del desenlace de las historias que se desencadenaban en mi cabeza. Quizás me asustaba la desigualdad de condiciones, pero dijo algo que yo también pensé unos meses atrás: "Si estuviese solo...". 

Es domingo. Ya no llueve. Sigo admirando que haya sido sincero. Me molesta que esas cuotas de verdad siempre estén antecedidas de un "te vas a enojar". No voy a enojarme. No me enojé de hecho. Me sorprendí de mi propia seguridad, ni siquiera sentí celos; indagué por curiosidad. 

Es lunes. Ya no me asustan los fantasmas. Los propios, digo. Mi psicóloga se ríe de mí, excepto en la parte que yo me río. El efecto de lo no dicho vs. lo que Francisco siempre me hace nombrar. El segundo es, siempre, más liviano.

Casi me creo que no se puede escribir desde el amor.
A.


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