miércoles, 29 de octubre de 2014

Llegué a la conclusión de que no soy yo la única que se siente así todo el tiempo. Estoy tomando mucho últimamente, eso me dijo Lucas la semana pasada, tenés que dejar de escabiar. Y no me parece mal tomarse algo todas las noches, mi mamá toma vino y a mí no me gusta, otros toman cerveza y a mí no me gusta, mi papá es fanático de la Coca Light y a me parece horrible; bueno, perdón, me queda el Malibú o el Campari. Igualmente algo de lo que dijo me quedó porque desde la semana pasada que no me acerco a la puertita que alberga todas las bebidas alcohólicas que hay en mi casa. 
Anoche estaba sentada en el piso de mi habitación, ordenando fotos, eligiendo cuáles de esos rollos van a ir a la pared y cuántas van a quedar en el cajón, cuando abrí la ventana para que corriera un poco de aire. Puse Yo La Tengo en el iHome que está en el escritorio y que volvió a sonar desde que papá se encargó de regalarme el cable auxiliar—y esto no es para demostrar que me cumple los caprichos sino para remarcar hasta que punto relego las cosas—. Mientras ponía las fotos en fila para apreciarlas mejor, noté que todas eran del año pasado. Y esta semana estuve pensando mucho en el año pasado, a veces flasheo cosas como qué diría yo (de hace un año) de mí (en este presente) que ya que estamos quisiera aclarar que poco tiene que ver con el que imaginaba entonces. Como no pude corroborar nada, entré al blog y retrocedí un poco para buscar qué decía yo de mí en ese pasado que por entonces era presente. Un poco me asusté: me encontré a mi misma escribiendo bastante sinceramente lo que me pasaba. El tiempo me llevó a ir filtrando algunas cosas y disfrazar otras, en las que igualmente me sigo reconociendo, porque a diferencia de Juan yo sí creo que de una u otra forma todo lo que escribimos es (así sea en su menor medida) autoreferencial. No sé quién me dijo una vez que sólo escribimos sobre aquello que conocemos. Y tenía razón. Dejé de disfrutar subir cosas acá porque nadie, nunca, dice nada. Ni siquiera el "monotemática de mierda" que necesito para dejar de escribir, para dejar de usar las palabras como el escape a eso que me pasa, independientemente de lo que sea. Quizás necesite volver a algún taller, archivar textos en un cuaderno que indefectiblemente terminan en un cajón y que nunca retomo por la extrema incomodidad que me produce revisar lo que yo misma produzco. Encontré una versión más valiente de mí, una que escribía como podía todo aquello que no sabía como decir. Reconocí mi parte sensible, esa en la que todo aquello que me pasa, me sucede también en el cuerpo.
A veces siento que mi mente encuadra siempre en planos detalle. Quizás sea por eso que me gusten tanto más los encuadres cerrados. Me pierdo en porciones de realidad teñidas de mi punto de vista, en fragmentos de memoria, en reconstrucciones que se acomodan a lo que mejor me funciona a mí. Entonces enciende un cigarrillo, me toca la pierna, dice algo que en mi mente se arma de forma circular y casi viciosa. Escribí cuando sentí que era la mejor forma de manifestar; ahora que aquello se me escurre de las manos como arena, que no hay nada de eso que tenga valor alguno para otra persona que no sea yo, voto por este silencio casi cobarde. La de Octubre del año pasado creía que podía comerse el mundo, la de hoy es más modesta y a veces sólo quisiera escribir: "de vez en cuando estoy mal y te extraño", cuando extrañar es simplemente hacerse compañía no importa en calidad de qué, de hecho nunca importó. Por eso la de hoy, la de ayer que acomodaba fotos en el piso las cuales volvió a apilar ni bien terminó, elige callarse que la llena de miedo mirar y decir. Pero también decide dejar de escribir(le)(se)(les)(en ese orden).

Bruna,
que quizás no vuelve más.

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