miércoles, 16 de octubre de 2013

El vaso de vidrio

Se cae un vaso de vidrio. Ella cierra los ojos, como si eso pudiera alejarla del estruendo. El miedo. Él quema una foto con el mismo encendedor plateado que minutos atrás usó para encender un cigarrillo. El fuego. Las manos con el esmalte barato de color bordó que usó para pintarse y que ahora está corrido. La foto que prendida fuego cae al suelo y arde.
El perfume, que no le pertenece y la invade, la corrompe, la arrastra y la deshace. El amor. Y el vaso que todavía cae al piso, que parece estar suspendido en el aire, flotando. Él que no hace nada por atajarlo y ella que tiene los ojos cerrados, los párpados fruncidos, el miedo que la obliga. Quiere decir tantas cosas que calla, que siente, que piensa. Se abraza a sí misma mientras un par de lágrimas abandonan los ojos cerrados. Nunca entendió por qué llora con los ojos cerrados. Él la mira, pero la expresión no cambia; la llama intermitente del encendedor con el que juega. Ella que ya no entiende de qué es capaz. Las ganas de correr bien lejos y las piernas, que como en los sueños, no se mueven. ¿Acaso hay algo que pueda seguir manteniéndola ahí? ¿No es suficiente la foto quemada, el silencio? ¿No debería bastar el hecho de que ya no haya más que decir?
La mano que se posa sobre su pierna desnuda y ella que abre los ojos. El vaso que sigue cayendo, que cada vez está más cerca del piso, y el líquido que se escapa, que ya manchó el suelo. La cerveza que no se recupera. El tiempo que no vuelve. El amor que se quiebra y no sana. Los ojos desilusionados, las fallas que no se borran. Las sonrisas que se olvidan, que siempre al final se olvidan, que caen en una bolsa de tela al fondo del placard para que ninguno de los dos se encargue de revivirlas, así odiarse es más sencillo. Más sencillo que quererse. Porque a ella le está costando mucho quererlo. El vaso se hace trizas contra el piso.
—¿A dónde van las palabras que no se dicen?
Las cosas que no se escriben, los besos que no se dan, la música que no se hace; piensa, pero eso no lo dice. Él se levanta y camina de una punta a la otra de la habitación intentando entender qué pasó. Cómo termina en la habitación de un hotel mirándole la cara, pensando qué los transformó en desconocidos, sin intentar rozarse porque tolerar la piel del otro es demasiado. Odiando el gesto que hace cuando piensa, aborreciendo cómo actúa, detestando que abra los ojos con exageración cada que calla algo que le gustaría decir. Y entonces querer hacerle sangrar los labios, besarlos hasta que le ardan y no entienda si es el odio o que la quiere con locura. Los límites desdibujados, esos que quizás nunca existieron.
El vaso de vidrio hecho pedazos.
El miedo a perder a alguien que quiere mucho. Un cigarrillo apagado en el piso de madera. La foto quemada. Las mejillas manchadas de negro. Las sonrisas que se olvidan. El amor, acariciar el pelo por horas, sentir el perfume que emana el cuello ajeno, el calor que no nos pertenece, un abrazo. Todo eso que él vuelve tan efímero ahora que ya no la quiere.

Tenía en borradores una entrada ya escrita para subir hoy.
Pero me senté y me salió esto, que le terminó ganando a la otra, que quizás algún día vea la luz.
A veces me avergüenza los detalles con los que mi mente graba algunos recuerdos.
Creo que esto debería ser más largo.
Creo que necesito corregirlo.
Creo que hay veces que es mejor.
Qué sé yo.
Vuelvan pronto,
Bruna.

2 comentarios:

  1. No se si me senti como el vaso de vidrio cayendo en camara lenta, o como el fuego quemando. Como el amor muriendo, o el liquido que se derrama. Tal vez me senti como todo, porque cuando te leo siento todo. Me da un poco de miedo, un poquito. Pero el miedo no esta mal. Hermoso, ¿Bruna? ¿Quien es Bruna?

    Yo tambien te quiero. Y tu obra me enamora el alma.

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  2. A mí también me da un poco de miedo que sientas tanto todo. Porque muchas veces esto es lo que a mí me pasa. ¿Por qué no somos amigos? ¿Por qué no nos sentamos a tomar un café y a hablar de lo que nos pasa vos y yo? Y quizás sí lo somos y quizás sí lo hicimos. No sé, me da mucha curiosidad quién podés llegar a ser.
    El miedo no está mal, y correr el riesgo de romper con un miedo es a veces tan hermoso... Necesito un poco de esa adrenalina.
    Gracias por invertir un poco de tu tiempo acá. No sé. Siempre me siento un poco incómoda hablando de lo que escribo.

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