martes, 2 de octubre de 2012

Es tan difícil; ver como te vas, digo. Tus palabras se vuelven más fuertes que la desnudez de tu espalda, para desvanecerse de nuevo en la rigidez silenciosa de esta habitación en la que ya no hay lugar para nuestro amor. Quizás para ninguno. Y entonces sí queda tu espalda desnuda, las vértebras marcadas en toda su extensión, mientras te inclinás para fumar un cigarrillo.
Antes tenía la certeza de que ibas a volver, ahora ni eso. Todo está tan desgastado que hacer el esfuerzo de llorar, mostrándote una vez más lo más profundo que habita en mí sería terminar de arruinar las cosas. Quiero que te lleves un buen recuerdo, incluso ahora.
Qué triste, ¿no? Qué amargo el sabor que deja en la boca el amor que no pudo ser. Qué frío el espacio en la cama. Qué vacío el tiempo libre sin tus ojos. Qué triste que después de todo siga deseándote lo mejor.

                                       

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