jueves, 30 de agosto de 2012

Ella, misteriosa.

Tarde o temprano iba a pasar. Antes o después, la muerte, esa misteriosa, iba a pasarme cerca. Quizás cuando me la encuentre, cuando me mire a los ojos, tenga que agradecerle por el tiempo que me dio para disfrutarlo.
Mamá, mi mamá, esa mina que pone las manos en el fuego por mí y siempre está prestándome su hombro y su oído, me vino a retirar antes del colegio. Por su sonrisa creí que tenía algo que ver con mis recién estrenados 17 años y creo que también así lo supuso Maru cuando la vio y le sonrió en el pasillo. Esperó a que saliéramos del colegio y, cuando estábamos llegando al auto, me lo dijo. El abuelo Juan Manuel (el papá de mi papá) había fallecido. Dije "pobre", pero no atiné a hacer nada. Mamá se rió y me pidió perdón al tiempo que me daba un abrazo: "Soy muy mala para estás cosas". Y yo pensé qué loco que era todo, ayer me decía por teléfono que pasara bien mi cumpleaños, que me quería mucho, que estaba re grande y hoy ya no estaba. Su voz se la había llevado el viento y su imagen es, ahora, un recuerdo. Mi abuelo. "Muñeca", me decía ayer por teléfono. Cuando me subí al auto me permití llorar un poco y ahora me agarran ganas de llorar intermitenmente. Escribo acá porque necesito pensar, porque necesito saber qué me queda de ese abuelo conservador que, a su forma, me quería. Qué me llevo de su paso por mi vida, de estos 17 años. Escribo acá porque necesito "dejar ir" algunas cosas y creo que este es el mejor descargue, por lo menos ahora.
Me quedan esas mañanas de la niñez cuando me levantaba temprano y me llevaba a los juegos para que no despertara a todos los demás con mis movimientos.
Me queda el recuerdo de su chocolatada, del Nesquick disuelto con agua.
Me queda su "Muñeca", que en su momento supo ser "Muñequita".
Me queda la última vez que lo vi, hace como un mes.
Me quedan sus besos en las dos mejillas.
Me quedan el recuerdo de verlo en el sillón de terciopelo verde con las manos muy altas, leyendo La Nación.
Me queda el día en el que se levantó para ir a la librería a comprarme el 6to libro de Harry Potter porque yo le había contado que ese día salía.
Me queda ayer, la última vez que hablamos.
No pensé que esto me fuera a golpear así. Hasta ayer mis 4 abuelos estaban vivos, hoy tengo 3. Él era el más grande y quizás el que era más esperable que se "fuera" primero.
Porque prefiero recordarlo vivo, no voy a ir al entierro. Porque me preocupo más por los que quedamos acá, voy a ir al sepelio a ver cómo están mi abuela y mi papá. Porque el cajón no tiene a mi abuelo, tiene un cuerpo que no es más que su aspecto físico, que es el que menos importaba. Mi abuelo se fue, no queda nada de él en ese cajón más que la "ropa" que usó en esta vida.
La muerte se pintó los labios y vino a visitarme. La muerte me sacó una sonrisa y ahora un poco de llanto. La muerte se llevó a mi abuelo de la mano pero nadie te quita el recuerdo, porque no existe el olvido, ¿no? En algún momento voy a dejar de llorar, va a llenarse este vacío de recuerdos lindos (porque es así como elijo recordarlo) y me voy a dar cuenta que la vida sigue. Y que quizás la muerte es bastante sabia después de todo.
Ahora necesito abrazos, como todos los que me dieron ayer. Necesito mimos. Necesito sacarme de adentro toda la tristeza para que Juan Manuel sea, en mí, una sonrisa.
Te voy a extrañar, abuelo.

1 comentario:

  1. Que triste. La verdad que en momentos así, no hay muchas palabras que curen o animen. Simplemente mucha fuerza, y que haya sido hoy y no el dia de tu cumpleaños, tal vez, fue por algo.

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