lunes, 11 de abril de 2011

Él

Siempre que me empieza a hablar en inglés, sé que viene la tormenta. Dijo que estaba harto y tiene todo el derecho. Quizá lo que más me molesta a mí es la rapidez con que cambian las cosas y se van a la mierda. Ahora no me atiende el celular. La sensación es rara, porque siempre es él el que llama e insiste cuando me enojo. Sé perfectamente cómo lidiar con la tormenta, pero no tengo fuerza. Necesitaba un abrazo, como dije, o una palabra linda, y como para variar, discutimos. Encima siempre salen del baúl cosas que no nos hace bien recordar a ninguno de los dos. Pero bueno, era esperable, las cosas venían llamativamente bien. Qué triste y resignado suena el "pero bueno", hoy todo fue "pero bueno". Cada vez me vuelvo más mediocre, triste, triste.  
Después de decirme que si las cosas fuesen diferentes probablemente no hubiera hecho ciertas cosas, me cortó. Antes me dijo que era la misma pendeja de la que se había enamorado años atrás, pero que estaba mal que me hubiese estancado así. Que las personas cambian y maduran, dijo, y yo asentí, sumisa, resignando mi verdad por la suya que parecía ser la única que importaba. Porque siempre su palabra tuvo mucho peso para mí; cuando fue mala y cuando fue buena.
Wait, me atendió. Perdoname, dijo.

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