jueves, 10 de febrero de 2011

Mi primer cuento

A éstos les digo "los bebés" y jamás pensé que subiría uno de los "bebés" a algún lado. Es diferente, acá hay tiempo, clases y correciones; en los fics no. Por lo tanto, supongo y espero, la escritura va a ser mucho más correcta de lo que puedan llegar a encontrar en el HBM. Éste fue el primero que escribí original, más o menos en Agosto, cuando empecé el taller. Éste es el "bebé" que está en un libro que todavía no tengo y necesito comprar. Esto fue lo primero de lo que me puedo enorgullecer, supongo. Espero que les guste y se lo dedico a Pau, gracias por el interés, corazón :3

La partida

Sus ojos ansiosos se posaron por quinta vez en la ventanilla; recién entonces me pregunté si estaba haciendo bien las cosas. No estaba triste, pero tampoco estaba feliz. Su rostro sentía la falta de aquella sonrisa tierna que solía adornarlo los días normales. Definitivamente, aquel no era normal.
Las manos temblorosas sostenían el reproductor de música. La observé; ella seguía esquivándome la mirada.
Afuera llovía, pero en la calidez del tren todo era tranquilo, silencioso. Mi cigarrillo se estaba extinguiendo, razón por la cual entreabrí la ventanilla y lo lancé lejos. Luego la volví a cerrar. Entonces me observó y supe que quería saber a dónde íbamos. Sin embargo antes de emprender el viaje le prometí que no le diría nada.
Se levantó con una sonrisa triste y se sentó a mi lado. Me acarició la mano, se quedó mirándome como si quisiese que le respondiera la pregunta que aún no había pronunciado. Me tomé la libertad de besarla, luego le sonreí.
−Creo que extrañaré muchísimo−soltó finalmente.
−Si querés podemos volver, Emma−le respondí resignado.
Me sonrió dulcemente, luego negó. Acarició mi cabello como si fuese un niño pequeño y por primera vez desde que la idea de fugarnos había surgido, la vi llorar. Se secó las lágrimas rápidamente, susurrando un “estoy bien”.
Finalmente, regresó a su lugar sin ninguna frase de por medio. Se tapó con el buzo que se había quitado horas antes y cerró los ojos. Su expresión me enterneció; parecía más joven, más inocente. A los pocos minutos oí la respiración acompasada que le producía el sueño profundo.
Me perdí en pensamientos y recuerdos; me pregunté qué diría si le contaba que ni yo sabía a dónde íbamos.
Lo malo, lo perturbador, fue que jamás llegué a decírselo.
Primero, la bocina del tren; luego, los frenos repentinos. Lo último que oí fue un suspiro salir de sus labios; lo último que vi, sus ojos abrirse; lo último que sentí, su mano amarrando la mía.
−Adiós.

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