miércoles, 26 de septiembre de 2012

Dicen que estar con alguien  que pasó por las manos de un amigo es no tener códigos. Enamorarse es todavía más impensado y si así sucediese, pasarías a ser Voldemort en contra del honorable Harry Potter (tu amigo) y todo el mundo mágico (su entorno) que disfruta de recordarte la mierda que sos. Y acá es importante hacer una salvedad: no tenés a Bellatrix para que te dé una mano y hasta Nangini, la serpiente, se cambió de bando. Suerte si te quedó la varita; si no la encontrás hay que darte por muerto.
Pero entonces, en esos segundos de lucidez extrema, antes de que el Avada Kedavra que salió de la varita del Niño que Vivió alcance tu cuerpo blanquecino y resignado, cientos de interrogantes colman tu mente. Al final, tenés demasiados sentimientos como para interpretar el papel de Tom Riddle y te diría que estás más cerca de ese Albus Dumbledore adolescente que cometió sus errores pero que con el tiempo necesario se convirtió en un gran hombre. Y que era gay, por eso de deja amar tan bien.
De todos modos Harry ya te disparó y es muy tarde para explicarle tus por qué. Sin embargo es inevitable hacerlo, aunque sea en tu mente.
Dicen que el amor es ciego, que no hay edad ni distancia (y si no preguntenle al que compuso Hey There Delilah y a todos los—como diría Zabo— Discapacitados Emocionales que nos gusta escucharla una y otra vez); todas frases que, queramos o no, ilustran ese aspecto irrefrenable del amor. Entonces, estar por calentura con alguien que pasó por las manos de un amigo sí debería ser condenado; pero qué podemos decirle a alguien que se enamoró. Nada. Porque el amor, como las pasiones, no entiende de códigos; no razona y tampoco quiere hacerlo. Porque al final, es tan lindo así, impulsivo como está. Por eso le perdonamos la vida a Jan, de Los Edukadores; por eso aplaudimos de pie a Peter cuando vuelve a donde tiene que estar.
Y antes de que el rayo verde alcance tu corazón, ese que supo querer a quien no debía, levantás la mirada para decir con ese pseudo-susurro tan característico de Voldi::
—No te hagas el boludo, Harry Potter, que bien que te chapaste a la viuda de Cedric, que después de tu traición se convirtió al vampirismo.

Y tal vez por todo esto que acá suena tan gracioso, el "me hacés bien" todavía no salió.
Tal vez por eso soy una mala paciente.
Tal vez por eso no fui a terapia hoy.
Tal vez porque ya no es lo que era y lo que es nunca hubiera sido si...
Bueno, yo me entiendo.

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