Mamá tocó la puerta. Cuando le dije "¿qué?", casi al instante, la abrió. Me observó desde ahí, yo tenía los auriculares puestos y estaba sonriendo. Ella sonrió devuelta y me guiñó un ojo.
Una de dos: cree que me encontré un "noviecito" en Internet o piensa que miro porno.
Lo más triste (o lo más lindo) es que, en realidad, estaba escuchando a Fernando Peña.
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